El concepto de  unidad de comando es uno de los principios básicos del management.  Sin embargo, en situaciones de crisis de alta complejidad y rápida evolución puede haber dificultades para estructurar una cadena de comando y es necesario recurrir a otros recursos para superar el desafío

El Almirante (Retirado) Thad Allen de la Guardia Costera de los EEUU, quien ha dirigido operativos vinculados con situaciones de emergencia nacional, tales como la evacuación de los muelles de la Ciudad de Nueva York el día del ataque terrorista del 11 de Septiembre, los esfuerzos de salvataje y recuperación de la Ciudad de Nueva Orleans tras el azote del huracán Katrina, y las operaciones de neutralización y sellado del  derrame de petróleo ocasionado por una falla en la estación petrolera off shore Deepwater Horizon de la British Petroleum en el Golfo de México, tiene mucha experiencia liderando en situaciones de crisis y nos ofrece un conjunto de ideas y consejos más que interesantes.

Contrariamente a lo que uno podría suponer, la primer decisión que tomó el Almirante Allen al hacerse cargo del operativo Deepwater Horizon fue abandonar el estilo militar de conducción, pasando a uno en el que la prioridad pasó del mantenimiento de la unidad de comando a otro en el que el objetivo era reforzar lo que Allen denomina “unidad de esfuerzos”

En un reportaje publicado en el número de Noviembre de 2010 en la Harvard Business Review, Allen se explaya sobre estos conceptos comentando que mientras en el terreno militar tan pronto como los reclutas ingresan al campo de entrenamiento tienen que memorizar la cadena de comando, empezando por ellos mismos hasta llegar al Presidente, en situaciones de crisis tales como un huracán o un derrame de petróleo, la cadena de comando no existe.  La clave pasa por combinar las competencias de todo el mundo para alcanzar un único objetivo, tomando en consideración el hecho de que cada uno de ellos tendrá diferentes responsabilidades y capacidades.

En palabras de Allen, “esto es alcanzar la unidad de esfuerzo antes que una unidad de comando, lo cual constituye un desafío gerencial mucho más difícil y complejo”.

La dificultad de tal desafío radica en el hecho de que en crisis de alta complejidad suelen coexistir intereses contra puestos y múltiples interesados, lo que puede llegar a confundir a los involucrados en la operación si es que desde el liderazgo no se trabaja firmemente en pos de la creación de un conjunto de valores compartidos con los que todo el mundo pueda identificarse.

Es que cuando se trata de tomar decisiones rápidas, sin tiempo como para consultar a través de una cadena de comando que, en ocasiones  hasta puede haber desaparecido o no estar disponible, la única manera de asegurar que todo el mundo trabaje alineado con respecto a los objetivos generales, será asegurándonos de que los valores fundamentales de la operación han sido ampliamente comunicados y aceptados por todos los involucrados.

Esto es tan así, que en el caso del derrame petrolero en el Golfo de México, el Almirante Allen llegó a redactar una declaración de misión específica para esta operación con la idea de apuntalar el proceso de generación de la unidad de esfuerzo necesaria.

Liderando desde la cima, o desde la línea de fuego

Otro de los temas de gran importancia cuando se lidera en medio de una crisis es la elección del lugar desde donde operará el líder.

Allen no tiene dudas al respecto: “hay que liderar desde todos”  La idea es que el número uno tiene que estar visible para su gente, o no será creíble.  Pero al mismo tiempo deberá tener la capacidad de poder dividir y administrar su tiempo para estar en contacto también con otras partes interesadas y con aquellos que puedan estar más arriba en el escalafón jerárquico de la organización (en el caso de Allen y el derrame, tuvo que estar tanto en el mar junto a su gente, como en Washington dando explicaciones al Presidente y presentándose ante la prensa).

Conclusiones

En contextos de crisis de rápida evolución es fundamental alcanzar desde el arranque un alto nivel de alineamiento de todos los involucrados con respecto a un conjunto básico de valores fundamentales  y un claro objetivo que permita a los diversos operadores un alto nivel de autonomía y capacidad de decisión pero siempre dentro de los límites impuestos por tales valores y propósitos.

De esta manera se impone un cambio en el estilo de liderazgo, renunciando a aquél basado en la concentración de poder en el tope de la pirámide para pasar a uno de poder distribuido que permita una capacidad de respuesta más ágil y acorde a las necesidades de la urgencia que se procura resolver.